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domingo, 24 de septiembre de 2006

Ecce Homo

Arline:

Te adoro, preciosa. Sé lo mucho que te gusta escucharlo. Pero no te lo digo sólo porque te guste, te lo digo porque me hace sentir un calorcillo por dentro cuando lo hago.

Hace muchísimo tiempo que no te escribo, casi dos años, pero sé que me perdonarás porque me conoces y sabes que soy practico y realista, y no le veía mucho sentido a escribirte. Pero ahora sé, mi amada esposa, que lo correcto es hacer lo que he venido retrasando tanto tiempo y que antes hacía tan seguido, quiero decirte que te quiero. Quiero quererte. Siempre te querré.

Me es difícil comprender qué significa quererte cuando ya has muerto, pero aún así quiero consolarte y cuidarte, y quiero que tú me consueles y me cuides a mí. Quiero tener problemas de los que hablar contigo, quiero hacer pequeñas cosas contigo. Hasta ahora no me había dado cuenta de que podíamos hacer cosas juntos. ¿Qué podríamos hacer? Juntos empezamos a aprender a coser, aprendimos chino y nos compramos un proyector de películas. ¿Puedo hacer algo yo ahora? No. Tú eras la mujer de las ideas y la instigadora general de todas nuestras locuras.

Cuando estabas enferma te preocupabas porque creías que no podías darme algo que querías darme y que pensabas que yo necesitaba. No tenías que preocuparte. Como yo te decía, te quiero tanto y de tantas maneras distintas que no me faltaba de nada. Y ahora es más cierto que nunca. No puedes darme nada y aún así te quiero tanto que sigues estando en el camino de mi enamoramiento hacia cualquier otra. Y quiero que siga siendo así. Tú, muerta, eres mejor que ninguna otra viva.

Sé que me dirás que soy tonto y que lo que deseas es mi felicidad, y que no quieres interponerte en mi camino. Seguro que te sorprende saber que no tengo novia (salvo tú, mi amor) dos años después. Pero tu no puedes hacer nada, querida, ni yo tampoco. No puedo entenderlo, porque he conocido a muchas chicas estupendas y no quiero quedarme solo, pero al cabo de dos o tres citas ellas se convierten en cenizas. Tú eres lo único que me queda. Tú eres real.

Amada esposa, te adoro de verdad.

Amo a mi mujer. Mi mujer está muerta.

Rich.

P.S.: Por favor, perdóname que no te envíe esta carta. No sé tu nueva dirección.


Esta estremecedora carta la escribio un premio nobel de fisica, Richard Phillips Feynman a su esposa, dos años despues de que esta muriese de tuberculosis mientras el trabajaba en el Proyecto Manhattan (Proyecto del ejercito de EU para el desarrollo de la bomba atomica =S).

Despues de encontrar esta carta me decidi a investigar un poco sobre la vida de este cientifico y no puedo mas que decir: Ecce Homo (he aqui un hombre) no solo fue uno de los mas importantes cientificos del siglo XX, sino que tenia un sentido del humor envidiable incluso a las puertas de la muerte; debido a un fallo renal estuvo en coma unos dias despues de los cuales desperto y pronuncio sus ultimas palabras: Odiaria tener que morirme dos veces, es aburridisimo.

Ademas era un musico amateur bastante bueno (aprendio a tocar samba en brasil), realizo trabajos de pintura en casas de prostitucion (!) y se mofaba de los matematicos de su epoca, decia que cualquier teorema matematico en palabras de la calle resultaba algo ridiculamente obvio, por ejemplo:

"Si f(x) es continua en un intervalo y cambia de signo en el interior del mismo, existe un punto c perteneciente al intervalo en el que f(x)=0"

en palabras llanas es:

“Si ahora es de día y luego es de noche, en algun momento ha anochecido”.

Si tan solo me hubiesen dicho eso en la prepa. . . en fin, cuando se grande quiero ser como Feynman.

2 comentarios:

Sue dijo...

¿Quién tuviera la dicha de tener ésas como sus últimas palabras?
Muy interesante. Gracias por compatirlo.

yorkperry dijo...

y yo veo al señor Durden y digo:

Es bien Homo!

digo

Ecce bien Homo!

jajajaj gran historia, ve? por cosillas así su blog rifa